Sobre mí
Esta renacuaja de 3 años era yo queriendo escapar de casa. ¿Por qué? Quizás la intuición me estaba diciendo que estaba a punto de sufrir un confinamiento en el hospital de 54 días.
El diagnóstico fue MENINGOCOCO.
Al hospital llegué con un cuadro de shock por sepsis.
Mis padres escucharon la frase:
Las 24 horas siguientes son decisivas.
No quiero ni pensar en lo que habrán vivido ellos…
Por mi parte, mi cuerpo me salvó produciendo quemaduras de 2º y 3er grado.
Primero salieron pequeños puntitos rojos por todo el cuerpo, algunos se convertían en manchas moradas, algunas de ellas en ampollas que iban creciendo, y luego generaban costras por carbonización de los tejidos.
Vamos, que si me llega a ver algún director de terror titula la película “La venganza de las Costras”.
Me obligaban a mantenerme completamente inmóvil en la cama para que las vendas de las heridas no se movieran.
En ese momento los directores filmarían “La venganza de la momia”.
Tengo otro flash en mis recuerdos.
Ir llorando cada día a “las duchas” como si fueran las de los campos de concentración, odiando el agua y el jabón en las heridas.
Luego, dice mi madre que venía el momento del pánico.
Cuando escuchaba que por el pasillo llegaba el carro de las curas y las enfermeras le pedían a mi madre que esperara fuera de la habitación para arrancarme las costras que comenzaban a saltar y así limpiar la infección.
Era escuchar el carro y empezar a llorar.
Ahora entiendo de dónde me viene la capacidad de aguantar tanto el dolor físico y el emocional, y puedo sostener el de los demás.
Esa prueba marcó muchas etapas posteriores de mi vida, y me fue preparando para poder acompañar a las personas que viven momentos de dolor, con sus costras internas, que tienen que abrirse para poder sanarlas.
Cada uno tiene algo en su vida, que cuando siente que se acerca, es como el “carro de las curas”.
Eso justamente es el aviso que te está diciendo que necesitas acercarte, gradualmente, con suavidad, sin forzarte, siendo amable contigo mism@, respirando y sintiendo cada paso que vas dando, y decidiendo tu propio ritmo.
Malgastamos mucha energía y acabamos agotados cuando huimos de nuestras heridas, no nos queremos ni acercar, “imaginando” un dolor que en nuestra mente parece insoportable. Anticipamos y magnificamos un dolor que cuando nos atrevemos a acercarnos y verlo resulta que podemos sostenerlo con Amor y Paciencia.
Porque la resiliencia es una capacidad humana universal, que la tenemos tod@s, tú también, aunque no te lo parezca.
La voz que aparece diciéndote que tú no podrás aguantarlo, que ya has hecho cosas y no te han funcionado, que no es tu momento, que nadie te puede ayudar… y a saber cuantas más ideas que te has creído como verdaderas y fijas… que son otro tipo de heridas, son creencias limitantes, y simplemente son eso, creencias, que han ido creciendo en tu mente y también se pueden “sanar”.
Después de un proceso de acompañamiento, o de un curso, o de un retiro, las personas habitualmente se sienten con más fuerza, más seguridad, más confianza, y sobre todo con más energía para vivir cualquier situación en su vida.
Así que si quieres dejar de temer tu propio carro de las curas, te hago una propuesta sencilla para comenzar por el principio: CONOZCÁMONOS.
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Entre otras cosas descubrirás por qué he creado una Escuela que se llama PSICOSOFÍA DEL CORAZÓN.
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